Nadie sabe el valor que tiene ser feliz en el trabajo como el que no lo es. O quizá, el que finalmente lo es tras haber sufrido el no haberlo sido. ¿Por qué es tan valioso este bienestar laboral? Todos estamos de acuerdo en que pasamos un gran porcentaje de nuestro tiempo en el trabajo, pero ¿es ese el único motivo?
Obviamente las respuestas a estas preguntas dependen de muchas cosas y atienden a una gran casuística, sin ir más lejos, la respuesta cambiará en gran medida dependiendo de a qué generación pertenezcamos.
Yo, y muchos de los que me leéis, pertenecemos a la «Generación Y» o generación milenio (o millenial, como lo queráis llamar). En esta generación estamos incluidos más o menos (porque parece que hay debate sobre las fechas de inicio y fin) los nacidos entre el 78 y el 2000. Se nos define como una generación muy adaptable al cambio, debido a que hemos vivido el cambio a la era digital, y también una generación que ha prolongado las etapas previas a la adulta mucho más que las generaciones anteriores, independizándose o teniendo familia más tarde. En mi opinión esto no se debe a una falta de madurez, en muchas ocasiones se debe a que las circunstancias culturales y económicas que nosotros hemos vivido han sido radicalmente diferentes a las que vivió la «Generación X», la justamente anterior a nosotros. Para empezar, el porcentaje de población con estudios superiores es radicalmente distinto y probablemente esa sea una de las claves, junto con otros factores como la incorporación definitiva de la mujer al mercado laboral de pleno derecho o la crisis económica que vivimos hace unos 5 años.
Volviendo al tema, ¿por qué es tan importante para nosotros ser felices en nuestro trabajo? En primer lugar, a todos se nos dijo en algún u otro momento de nuestra vida «elige bien lo que quieres estudiar, para que después seas feliz en aquello a lo que te dediques al terminar». Es por esto, que si realmente estudiaste o te formaste en algo que te apasionaba, sea tu sueño dedicarte a ello, disfrutarlo en tu vida laboral y sentirte satisfecho y realizado ¿no?
De lo que hablamos aquí va un poquito más lejos que el estar tranquilo y cómodo en un trabajo, va sobre la realización profesional. Tengo la sensación de que tras la crisis económica tenemos mucho miedo a volver a hablar de este tema. Parece un lujo al alcance de muy pocos, parece que está feo demandarlo en tu vida, porque solo el hecho de tener un trabajo (en las condiciones que sea) debería ser suficiente para mantenernos satisfechos.
Como la mayoría sabéis mi primera licenciatura es en Filosofía. Nunca olvidaré cuando les dije a mis padres entre lágrimas, con 18 años, que eso era lo que quería estudiar, pero que me daba miedo el que no tuviese un claro futuro profesional. Me parecía que tenía ante mí una de las decisiones más importantes de mi vida y me daba pánico elegir mal. Yo tengo la inmensa suerte de que mis padres siempre me animaron y me hablaron de la importancia de amar lo que haces, porque absolutamente nadie tiene nada garantizado después de eso. Y así lo hice, y nunca jamás, independientemente de cómo haya evolucionado mi vida laboral tras aquella decisión, me he arrepentido de haber tomado aquella decisión. Porque me licencié y amé tanto lo que hice que lo hubiese vuelto a hacer, de principio a fin, porque me convirtió en quien soy hoy.
Es cierto que la sociedad y la economía, tienen abiertos ciertos caminos para que los profesionales de distintas ramas caminen por ellos. Sin embargo, hoy en día, tenemos la inmensa suerte de poder llevar lo que amamos y quién somos a cualquier parte del planeta por nosotros mismos. Tenemos abiertas las puertas de la comunicación al mundo. Pero el problema sigue viniendo cuando nos encontramos que nuestra visión no encaja en el puesto de trabajo que la visión de otro nos ofrece. Hace poco leí en algún sitio algo así como «si no trabajas haciendo realidad tu sueño, alguien te contratará para que hagas realidad el suyo». La verdad es que yo no tengo un pensamiento tan reduccionista al respecto, ni esta entrada pretende ser una apología del trabajo por cuenta propia, pero el trasfondo de la frase tiene mucho poso.
Al fin y al cabo, lo que hace falta es creatividad para encontrar cómo sacar partido a tus pasiones. Creer en que los caminos institucionalizados no son los únicos y en que si hay algo que te apasiona enormemente, probablemente no seas el único ser humano del planeta que se siente así, solo tienes que encontrar tu tribu. Creatividad y pasión. Creatividad para ser capaz de encontrar cómo pueden tu valor y tu expertise ayudar a los demás, qué tienes que otros puedan necesitar. Pasión para no minusvalorar tus ideas y tus sueños, para nunca dejar de creer en ello y dedicarle cuerpo y alma a tu proyecto.
Tendemos a pensar que aquellos que lo han hecho y que han tenido éxito han partido con unas condiciones iniciales mucho mejores que las nuestras; que tenían más dinero, mejores contactos o que son gente con suerte. Pues no lo vamos a negar, algunos sí lo han sido, pero no todos, muchas personas simplemente han tenido una voluntad de ser y sobre todo de HACER más fuerte que los demás. Pensar en esto, devuelve la pelota de la responsabilidad a nuestro campo. Eso a veces incomoda, porque nos hace darnos cuenta de lo que pase en nuestra historia, depende de las decisiones que anteriormente tomamos. Piensa en dónde quieres llegar, en los pasos que necesitas dar, y ponte en el camino correcto. Porque si no sabes a dónde quieres llegar, muy probablemente estés caminando en la dirección equivocada.
Sin duda, este es un tema muy controvertido pero a la vez de plena actualidad. Me encantará leer vuestras opiniones si me queréis dejar algún comentario.
¡Nos leemos!
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