¿Alguna vez has sentido que hacías algo «por compromiso»? Normalmente usamos esta expresión para referirnos a cosas que hacemos por pura convención social y que en cierto modo van en contra de lo que «queremos» hacer. Bien es cierto que podemos estar a favor de algunas de estas convenciones sociales, pero entonces nos gustará decir que las hacemos por que queremos y raro será que digamos que las hacemos «por compromiso».
Si hemos aceptado que estas prácticas son algo que no queremos hacer ¿por qué las hacemos entonces? La respuesta a esto no es tan sencilla como parece, sin embargo, creo que merece la pena ahondar un poco en el asunto. Esto obviamente no tiene porque cuadrar al 100% con los motivos personales de cada uno, pero si se pueden extrapolar algunas generalidades:
1. Presión social: Sentimos que aunque El compromiso sea algo que no nos apetece hacer o no va acorde con nuestros valores, es algo que está así instaurado por la sociedad por lo que tenemos que «tragar» con ello.
2. El qué dirán: Nos preocupa muchísimo que otros nos critiquen cuando hacemos algo que se sale de la norma.
3. Herir sentimientos ajenos: El no comulgar con ciertas costumbres puede herir los sentimientos de los demás y hacerles pensar que tenemos algún problema personal con ellos.
4. La incomodidad de contrariar lo esperado: No hacer las cosas cómo se espera de nosotros puede causarnos cierta incomodidad en un principio. Quizá temamos tener que dar explicaciones o no encajar en algún sitio.
¿Creéis que es esto cierto?
Ahora vamos a ver por qué NO hacer cosas «por compromiso»:
1. Ser fiel a tus motivos, en vez de a los de los demás: Esto puede ser por falta de apetencia (distinto orden de prioridades) o por falta de coherencia (distintos valores). Sea cual sea de estos dos motivos, analiza el poco sentido que tiene dejar de ser coherente contigo mismo para serlo con los demás.
2. Reflejar quien realmente quieres ser: A la larga, si con tus acciones eres coherente con tus valores, la gente verá en ti una forma de actuar que va acorde con tu persona. Aceptarán como eres, te sentirás cómodo con lo que ven en ti (porque es lo que realmente quieres que vean) y dejarás de tener que dar explicaciones a cada paso que das.
3. Sé el cambio que quieres ver: No hay mejor forma de predicar con algo que tus propias acciones. En vez de explicar a la gente porque es bueno hacer esto o aquello, hazlo tu mismo, sin dar lecciones a nadie. Evitarás que piensen que estás siendo condescendiente con ellos y despertarás su curiosidad.
¿Qué opinas? Yo creo que los pros ganan a los contras, sin ninguna duda.
Ahora vamos a desmontar algunas barreras…
ME CRITICARÁN: ¿Qué crees que es más criticable que no hagas lo que esperen de ti, o que seas incoherente contigo mismo y lo que promulgas? Personalmente prefiero ver que una persona me dice «oye, lo siento, pero no me apetece hacer esto, o creo que no cuadra conmigo» a que me hable de cómo deberían ser las cosas pero lugo no lo vea reflejado en sus acciones… Lo que sí es criticable es que se te vaya la fuerza por la boca y tus acciones no cuadren con tus valores. Además, como he explicado más veces, una crítica sin fundamento de peso, solo dice algo de quien la hace.
VOY A HERIR SUS SENTIMIENTOS: Normalmente, este tiepo de pensamientos responden a una de Las trampas mentales, que es «leer la mente». En primer lugar deja de imaginar cómo se sentirán los demás, porque probablemente lo que imaginas no corresponda con la realidad. En segundo lugar, si realmente temes que eso pase… ¡explícate! Hablando se entiende la gente. Yo temía que pasase esto cuando deje de gastar dinero en regalos «del día de la madre/padre/san valentín/san-clifford-que-nunca-está», pero cuando expliqué mis motivos a todo el mundo le pareció bien o cuanto menos respetable.
QUÉ VERGÜENZA: más de una vez he oído «prefiero hacerlo que pasar el bochorno y ponerme en el punto de mira». Lo entiendo, hay cosas que son incómodas pero… ¿qué estás vendiendo a cambio de esa comodidad o pasar desapercibido? Eso por un lado, por otro, probablemente nadie piense en ello. Date cuenta que tus acciones son la cosa principal que ocupa tu mente, pero no la mente de los demás. Y si lo son… ¿quién crees que tiene el problema? 😛 Te prometo que con el tiempo la gente lo entiende y se acostumbra.
Así, a modo de ejemplo y para que no os sintais mal, os voy a contar algunos compromisos sociales que yo trato de evitar y que con el tiempo me voy sintiendo más segura evitando: Amigos invisibles con gente con la que tengo poca relación, celebraciones para terceros en las que yo tenga que gastarme una pasta a decisión del celebrador (no elijas qué fiesta quieres y pretendas que yo te la pague… Esto va desde cumpleaños, hasta bodas, pasando por eventos medianos), llevar a cabo acciones en las que olvide mis valores solo por agradar a los demás (hay muchas casos pero un ejemplo de esto podría ser que un vegetariano tuviese que servir carne en su casa cuando invita a un no vegetariano a comer), usar vasos de papel por vergüenza a sacar mi taza reutilizable o comprar un botellín de agua de plástico por vergüenza a pedir que me rellenen el mío del grifo, gastar dinero en regalos para celebraciones que me parecen puramente comerciales (días de)… Y seguro que si siguiese pensando se me ocurrirían algunos ejemplos más.
Eso sí, por favor. Sé coherente. Si no va con tus sistema de valores o creencias hacer un regalo de determinada manera, o gastarte un dineral en la celebración de cumpleaños de un amigo haciendo un plan que no te gusta, luego no esperes que los demás lo hagan por ti. Si no estarás tirando todo el trabajo a la basura 😛
Si queréis un día os cuento cómo decidimos celebrar nuestra boda teniendo en cuenta todo esto.
Espero que esta entrada haya servido para hacer sonar algunas campanitas y darte un empujoncito de confianza si sientes la necesidad de hacer más caso a tu voz interior cuando se opone a los compromisos. En esta época del año, seguro que no te faltan ocasiones para ponerlo en práctica.
¡Un abrazo fuerte!
Nos leemos.
Mi vida mejoró cuando aprendí a dejar de hacer las cosas por compromiso. No ha sido un camino fácil y, aún ahora, me encuentro pensando a veces en lo que estoy haciendo al plantearme cosas que realmente no van conmigo. Es curioso como la gente que está en el punto al que llegué yo (ese en el que ves absurdo hacer cosas que no quieres y no van con tu manera de hacer) me miran y escuchan asintiendo, me recuerdan a mi cuando pensaba «ojalá pudiera yo decir que no» jeje
Cómo te entiendo… Ahora, desde esta posición, me parece alucinante que alguien (incluyo a mi yo del pasado) piense que no PUEDE hacerlo… En realidad la libertad comienza cuando nos damos cuenta de que podemos hacer lo que nos dé la gana 🙂 Gracias por comentar!