El otro día, fui a una tienda y una de las personas que estaba allí trabajando atendiendo al público fue bastante desagradable conmigo. Cuando estaba saliendo de la tienda, estuve a punto de acercarme al encargado y decirle cómo me sentía al respecto. Estas cosas me tocan bastante la fibra, especialmente porque tengo a mis espaldas algunos años de experiencia en ese tipo de trabajo, y sé de primera mano cómo debe tratarse al cliente. Al final opté por irme de la tienda sin hacer nada al respecto. De lo que vengo a hablaros hoy no es sobre si es bueno o malo quejarnos o no, sino de cómo conseguí calmar el malestar que me provocó ese encontronazo.
Al salir de allí echaba humo por las orejas, os lo prometo. Entonces me paré un momento y pensé «de verdad voy a dejar que esto me arruine la tarde y me haga estar de mal humor durante la próxima hora?»
He aquí el quid de la cuestión, a menudo no somos conscientes del poder que tenemos a la hora de cambiar nuestros sentimiento o estados de ánimo. Damos por hecho que las cosas nos hacen sentir de X manera. Cuando reaccionas con enfado ante un comentario que alguien te hace, o sientes envidia insana frente a algo, cuando te sientes inadecuado al compararte con otros… tiendes a asumir que hay un hecho que provoca una emoción. Lo que no sabes es que se te está escapando la variable más importante de la ecuación: tus pensamientos.
Esto que te cuento aquí no es simplemente una idea feliz que acabo de tener. Es la base de la Terapia Cognitivo Conductual, o CBT (acrónimo que viene del inglés) que durante años se lleva aplicando en psicología. Las base de esta teoría se resume, de forma extremadamente simplificada, en el modelo ABC:
– A: acontecimiento
– B: nuestro pensamiento o creencia acerca del acontecimiento
– C: emoción
Lo que suele suceder es que sin darte cuenta cuando sucede algo que te hace sentir de determinada forma, atribuyes la causa de esa emoción al suceso, es decir, A es la causa de C. Sin embargo, lo que en realidad sucede es que a partir del acontecimiento que sucede en la realidad, nuestra mente crea un pensamiento, juicio o creencia al respecto y es esto lo que nos provoca la emoción o estado de ánimo. Vayamos de nuevo al ejemplo.
En la tienda:
– A, acontecimiento: trato desagradable por parte de un empleado.
– B, mis pensamientos: «¿no se da cuenta que le están pagando por hacer su trabajo? Con la de veces que yo he tenido que atender a clientes incluso cuando no me apetecía, odio tener que encontrarme con esto. ¿es que acaso no le han enseñado como hacer bien su trabajo?»
– C, emoción: enfado.
Tras darme cuenta de que independientemente de cuál fuese la realidad lo que no quería era estar enfadada durante el resto de la tarde, traté de modificar mis pensamientos de forma consciente para así ser capaz de cambiar cómo me sentía.
Después de un rato:
A, acontecimiento: trato desagradable por parte de un empleado.
– B, mis pensamientos: «Seguro que le he pillado en un mal momento, estará estresado o tendrá mucho trabajo. También puede ser que no haya recibido la formación necesaria para tratar al cliente de forma adecuada. Quizá hay sido buena idea no decir nada porque el chico podría quizá perder su trabajo y la situación no lo merece ni yo quiero ser el detonante de que eso pase. Quizá mañana envié un email a atención al cliente sin decir quién ha sido, solo lo que ha pasado.»
– C, emoción: empatía -> tranquilidad -> olvido.
En el ejemplo se ve claramente cómo al cambiar el pensamiento automáticamente cambia la emoción. Otro ejemplo que leí en algún lado y me encantó es algo así como «estás en hora punta en el metro y alguien te golpea al pasar; al darte la vuelta hecho una furia observas que esa persona es ciega, ¿cómo cambia tu estado de ánimo al advertir que no te han golpeado a propósito?». Como puedes ver en este otro ejemplo, el cambio de creencia o de pensamiento pasa en milésimas de segundo. Es importante darse cuenta de esto porque la mayoría de las veces la dificultad de este proceso radica en que no somos totalmente conscientes de cuál es el pensamiento que tratamos de cambiar.
Te lanzo un reto durante esta semana: cada vez que sientas una emoción o estado de ánimo negativo modifiques tu forma de pensar al respecto en vez de «Esto me hace sentir así» piensa «Cómo he permitido que esto me haga sentir así». Es una forma, una vez más de tomar cierta responsabilidad sobre nuestras emociones; cómo sabes es la responsabilidad la que nos da el control.
Espero que esta entrada te haya resultado útil. Si ha sido así probablemente también te guste leer este artículo sobre Las trampas mentales o distorsiones cognitivas, donde te cuento cómo puedes cazar a la mente cuando te está jugando una mala pasada. Puedes dejarme un comentario con tu opinión o sugiriendo cualquier otro tema del que te gustaría que hablase.
¡Un abrazo, nos leemos!
Los ejemplos me encantan Marina y son muy reveladores sobre los pensamientos que tenemos frente a acontecimientos diarios que a veces nos producen emociones negativas.
Yo estoy aprendiendo a reconocer las emociones negativas y a intentar entender que me ha llevado a ello.
¡Gracias por tu post!
La verdad es que es revelador comenzar a ser consciente de estos procesos de la mente. Ella es increíblemente poderosa y domina mucho más de lo que ni siquiera somos conscientes. Un abrazo Sara y muchas gracias a ti por tus palabras.